A 250 años de su nacimiento y
200 de su muerte, quedó en el imaginario colectivo como el creador de la
Bandera nacional. Aquí, expertos e historiadores revalorizan y destacan las
virtudes del prócer como estadista, promotor de la educación gratuita, defensor
de los derechos de los pueblos originarios, revolucionario y guerrero
Por Fabiana Scherer, La
Nación, 20 de junio de 2020
"Se ha dicho, y dicho muy
bien, que el estudio de lo pasado enseña cómo debe manejarse el hombre en lo
presente y porvenir; porque desengañémonos, la base de nuestras operaciones
siempre es la misma, aunque las circunstancias alguna vez la desfiguren",
reflexionó Manuel Belgrano en uno de sus tantos escritos. A
250 años de su nacimiento y a 200 de su muerte, el 3 de enero último el
gobierno nacional declaró el 2020 como el Año del General Manuel
Belgrano , resaltando su destacada actuación pública en el proceso que
condujo a la independencia de nuestro país en el marco de las luchas por la
emancipación sudamericana.
"Esta conmemoración abre una
posibilidad para repensarlo menos como prócer o héroe que como uno de los
hombres que, confrontado a victorias y derrotas, juicios y honores, críticas y
alabanzas, contribuyó a forjar una nueva comunidad política con un destino
incierto -analiza Gabriel Entin, investigador del Conicet-Centro de Historia
Intelectual-UNQ/UNSAM y doctor en Historia por la École des Hautes Études en
Sciences Sociales (París)-. Como toda gran figura histórica, explorar la
historia de Belgrano implica también una interrogación sobre el
presente; sobre todo lo que hace de un conjunto de hombres y mujeres, una
comunidad política, y sus distancias respecto de los valores, ideales y
proyectos de quienes primero imaginaron la posibilidad de una república. Al
igual que las naciones, los próceres no nacen; se fabrican. Adentrarse en la
fábrica del héroe significa desmitificarlo. Repensar al hombre Belgrano e
intentar reconstruir sus concepciones sobre la educación, la patria, la
ciudadanía, la guerra, el comercio, quizá permita disipar la bruma del mito y
enfrentarse a problemas planteados en la revolución -y aún vigentes- sobre los
sentidos de la vida en común".
Manuel José Joaquín del Corazón
de Jesús Belgrano, el octavo de dieciséis hermanos (hijo de María Josefa
González Casero, santiagueña, y Domingo Belgrano Peri, italiano nacido en
Oneglia, que llegó a Buenos Aires hacia 1759) es para el escritor e historiador
Felipe Pigna el portador de un pensamiento profundamente innovador para
su contexto . "Fue pionero en muchos aspectos: fue el primero en
hablar de cuidado del medio ambiente, alertando sobre la contaminación de los
ríos y la necesidad de cuidar los suelos, propiciando la rotación e innovación
de los cultivos. Promovió la educación popular desde sus célebres Memorias
del consulado , a mediados de la década de 1790, donde propone que ese
rubro fundamental para el desarrollo de las sociedades debe ser obligatorio y a
cargo del Estado, y donando enteramente el premio en metálico otorgado por sus
triunfos en Salta y Tucumán para la construcción de cuatro escuelas. Fue el
primero en hablar de género en estas tierras, proponiendo que la mujer acceda
en igualdad de condiciones a los tres niveles de la enseñanza. Fue un notable
promotor de la industria, creando la escuela de dibujo técnico, cerrada al poco
tiempo por el virreinato, y sentando las bases de la necesaria
complementariedad entre las producciones pecuarias y agrarias y su conversión
en manufacturas".
En estos tiempos de revisionismo
histórico, lejos quedaron las imágenes de seres impolutos, lo que claramente
hizo tambalear el panteón de los próceres. "La historiografía nacionalista
argentina se construyó a partir de una narrativa basada en próceres o héroes de
la Nación -destaca Gabriel Entin-. Elevado a héroe, el prócer adquiere un
carácter mítico. Y esto representa un problema para la comprensión
histórica. No es lo mismo estudiar a Belgrano como prócer que como un
hombre atravesado, al igual que todos los revolucionarios en la década de 1810,
por ambigüedades y tensiones . Como mito, Belgrano puede presentarse
como un héroe militar, creador de las escuelas de primeras letras y de la
Bandera de la Argentina. Como hombre, Belgrano aparece como un miembro
ilustrado de la élite de Buenos Aires durante el Virreinato, convertido intempestivamente
en militar con la resistencia a las invasiones inglesas, y uno de los
revolucionarios de 1810 confrontados ante la incertidumbre política abierta con
la organización de la Primera Junta y su principal desafío: la construcción de
una nueva legitimidad política. Las nuevas generaciones pueden entonces
observar a Belgrano menos como una pieza de museo o una estatua, que como parte
activa de un contradictorio experimento revolucionario en el Río de la
Plata".
En esta revisión, "cada
generación ve el pasado en función de su presente -destaca Gabriel Di Meglio,
historiador doctorado en la Universidad de Buenos Aires e investigador
independiente del Conicet-, y es por eso que se rescata, por ejemplo, el hecho
de que Belgrano supusiese importante la educación de las mujeres, a diferencia
de otros contemporáneos. Tiene que ver con la agenda del hoy. Creo que los
próceres son interesantes para pensar la historia, pero solo si los tomamos
como parte de procesos colectivos. San Martín no cruzó los Andes solo, Belgrano
creó la Bandera como parte de un proyecto colectivo de revolución. Ahí radica
su importancia . También, es necesario pensarlos con sus cambios a lo
largo del tiempo, sus contradicciones, sus logros y sus fracasos. Y Belgrano
tuvo de todo eso".
Las disputas por quiénes deben
formar parte del panteón de los próceres nos viene acompañando desde el
temprano siglo XIX. "Es una palabra que puede significar muchas cosas y
llenarse de diversos contenidos según quién la enuncie -sostiene Marcela Ternavasio,
historiadora e investigadora argentina especializada en el estudio de la
evolución de las instituciones políticas argentinas durante el siglo XIX-. Son
parte de las controversias por las memorias del pasado y de un debate
particularmente intenso en la Argentina desde los años 30 del siglo XX. De
manera que cada grupo puede construir su propio panteón, aunque es obvio que el
Estado ha cumplido y sigue cumpliendo un papel central en la configuración de
las memorias oficiales".
¿Hombre de acción o intelectual?
"Mucho me falta para ser un
verdadero Padre de la Patria, me contentaría con ser un buen hijo de
ella", confesó el hombre al que Mitre definió como "educacionista,
literato, jurisconsulto, filántropo y economista social durante la época colonial.
Belgrano es en su género un tipo único en la revolución sudamericana. Uno de
aquellos caracteres históricos que ganan en la intimidad. Él será más apreciado
cada día a medida que vayan revelándose las páginas ignoradas de su vida".
En el pensamiento de Jorge Myers,
licenciado/magíster en Historia (Universidad de Cambridge, Reino Unido) y
magíster/Ph.D. en Stanford, Estados Unidos, e investigador del Centro de
Historia Intelectual, "letrado patriota" es la definición que elige
al referirse a Belgrano: "Fue una figura cuyo pensamiento y accionar
fueron extremadamente complejos. Tuvo dos carreras claramente
diferenciadas a lo largo de su vida: economista dedicado a la función pública y
al periodismo, y militar revolucionario que en ocasiones participó en política
activa . Y en ambas desplegó una inteligencia aguda y sutil. Se hizo revolucionario
no por oposición a la monarquía como forma de gobierno, sino porque era un
legitimista de convicciones fuertes. Combinó en su pensamiento elementos
fuertemente arraigados en la tradición política española con conceptos de
avanzada tomados de la Ilustración y del propio ideario revolucionario de Mayo,
que los letrados patriotas fueron construyendo sobre la marcha. Junto con
Mariano Moreno y Bernardino Rivadavia, es uno de los auténticos autores de
nuestro nacimiento como pueblo independiente de España, con vocación de
modernidad y de justicia para todos sus ciudadanos".
Lo más interesante, para Felipe
Pigna, es que Belgrano fue ambas cosas: "Un notable intelectual, egresado
de Salamanca, gran lector de los filósofos previos pero de gran influencia en
la Revolución Francesa, como Rousseau, Voltaire y Montesquieu; y los
economistas fisiócratas, como el italiano Filangieri y el francés
Quesnay. Fue pionero de nuestro periodismo al participar en la
fundación del primer periódico del Río de la Plata, El Telégrafo
Mercantil , y del segundo, el Semanario de Agricultura,
Industria y Comercio . Su calidad intelectual es muy notable. Alberdi
ubica a su Reglamento para los pueblos de las Misiones, dictado en diciembre de
1810, entre los antecedentes de nuestra Constitución. Fue el artífice de una
epopeya militar única como el Éxodo jujeño, y las victorias de Tucumán y
Salta".
Doctor en Historia y Civilización
por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París, Alejandro M.
Rabinovich asegura que estamos ante "un intelectual que, en circunstancias
normales, hubiera desarrollado una exitosa carrera dentro de la burocracia
española, colaborando tal vez con los importantes negocios de su familia. Lo
que me parece atrayente, e incluso un poco conmovedor de Belgrano como
personaje, es la manera en que reacciona en el momento en que esas circunstancias
normales terminan ante el estallido revolucionario en el mundo
hispano. Lejos de resguardarse en su posición de funcionario letrado, aceptó
el reto de poner el cuerpo allí donde la revolución lo necesitaba ,
sin medir en absoluto las consecuencias personales. Cuando uno lee los
fragmentos de su autobiografía, se encuentra con una persona muy lúcida que
entiende y reconoce antes que nadie las limitaciones que tenía como militar.
Belgrano comprende que el futuro de su patria se va a definir en los campos de
batalla, y hace lo que puede para prepararse. Por un lado, contrata a un
sargento para que le enseñe las voces de mando y el manejo de las armas. Por el
otro, se pone a leer cuanto manual de táctica cae en sus manos. Al estallar la
Revolución de Mayo, este general improvisado va a tener que comandar
operaciones que, en otras circunstancias, hubiera recaído en personas con
décadas de formación profesional. ¿Es un buen general de combate? Por supuesto
que no: en Tucumán, prácticamente se pierde en el campo de batalla; en
Vilcapugio y Ayohuma comete errores tremendos. Pero compensa sus deficiencias
con una buena capacidad organizativa, una férrea disciplina y, sobre todo, con
un coraje que más que marcial es cívico: poner la patria antes que todo,
cualquiera sea el costo".
En 1812, Manuel Belgrano fue
nombrado jefe del Ejército del Norte, con el que obtuvo un importante triunfo
en el llamado Campo de las Carreras, de Tucumán. "El 24 de septiembre de
ese año frena el avance de las tropas realistas hacia el interior de los
territorios del virreinato. La victoria de Belgrano en Tucumán fue decisiva
-afirma Noemí Goldman, doctora en Historia por la Universidad de París-. Se
evitó la pérdida total de los territorios del norte en manos realistas.
Fue también fundamental la
participación de la caballería gaucha, situación que marcaría los modos de
hacer la guerra en el norte. Sin embargo, el Alto Perú quedó en manos realistas
después de varias derrotas del ejército en los años siguientes en Vilcapugio,
Ayohuma y Sipe Sipe". En este pensar en Belgrano como hombre de acción e
intelectual, Goldman remarca que junto con San Martín, en 1816, impulsó
fuertemente la Declaración de Independencia. "La primera forma de gobierno
que entró en debate, en la sesión secreta del 6 de julio, fue la de la monarquía
inca . Su promotor fue Belgrano, y lo hizo basándose en dos
principios: debía ser una monarquía constitucional y sería encabezada por algún
descendiente inca. Esta propuesta suscitó, sin embargo, intensos debates y
luego fue abandonada".
El estadista
"Más que abogado por formación,
Belgrano fue un economista por vocación -sostiene el
periodista y escritor Daniel Balmaceda-. A partir de 1794, como secretario del
Consulado, aplicó sus novedosos conocimientos en todos los campos de la
producción. Se propuso proteger el comercio, animar la industria y, sobre todo,
fomentar la agricultura. Planteó la rotación de cultivos, la necesidad de
forestar para mantener la humedad y evitar la erosión; la incorporación de
nutrientes naturales, la utilización de estiércol como abono y el aprovechamiento
del lodo. En ese tiempo, escribió una frase contundente: 'Toda riqueza que no
tiene origen en el suelo, es incierta'".
Manuel Belgrano vio nacer su
vocación por la economía, como lo señaló en sus escritos, cuando estalló la
Revolución Francesa, en 1789. "La lectura de textos franceses de economía
grabó en su corazón los principios de libertad, igualdad, seguridad y
propiedad, como fundamentos de las organizaciones sociales", destacó
Manuel Fernández López, el ya fallecido historiador del pensamiento económico.
"En la Universidad de Salamanca, Belgrano participó de la Academia de
Derecho Romano de Economía política y Práctica forense, donde recibió la
influencia de Ramón de Salas y Cortés -destaca Elsa Caula, doctora en Historia,
investigadora del IECH-UNR Conicet-. Este contexto de formación y de debate fue
el que despertó su interés por la economía política y el derecho público".
El intendente del partido
bonaerense de Tres de Febrero, Diego Valenzuela, coautor de Belgrano,
la revolución de las ideas , no duda en señalar que estamos frente
al primer estadista-educador de la sociedad criolla :
"Uno de sus ejes fue agregar valor local a los productos propios y educar
al pueblo en oficios útiles. Tuvo una propuesta de políticas públicas para
consolidar el rol de estado positivamente en la vida de la sociedad".
Insistía en que el país debía industrializarse. "Ya en la primera de
sus Memorias consulares , sostenía la necesidad de desarrollar
la agricultura y la industria -destaca Pigna, autor de la biografía Manuel
Belgrano. Vida y pensamiento de un revolucionario -. Desconfiaba, en
cambio, de la riqueza fácil que prometía la ganadería, porque daba trabajo a
muy poca gente, no desarrollaba la inventiva, desalentaba el crecimiento de la
población y concentraba la riqueza en pocas manos".
"Todo depende y resulta del
cultivo de las tierras; sin él no hay materias primeras para las artes; por
consiguiente, la industria que no tiene cómo ejercitarse no puede proporcionar
materias para que el comercio se ejecute. Cualquier otra riqueza que exista en
un estado agricultor será una riqueza precaria y que, dependiendo de otros,
esté según el arbitrio de ellos mismos", sostenía.
En esa búsqueda de
reactivación de la economía en el virreinato, desde la perspectiva colonial,
Belgrano pensó en el cannabis . "En España, donde se formó, fue
una época en la que el uso industrial del cannabis (cáñamo) era clave para la
economía, por su importancia en la industria naval, sobre todo -destaca el
periodista Fernando Soriano, autor el libro Marihuana, la historia. De
Manuel Belgrano a las copas cannábicas -. Él quería impulsar el
desarrollo de la agricultura, producir la materia prima para enviar a España.
Del cultivo destacaba su importancia como manufactura y las fuentes de trabajo
que generaba. El cannabis era central en su idea luego desarrollada de creación
de las escuelas de Agricultura y Náutica. Buscaba reactivar la industria naval
y para eso necesitaba frutos que exportar. El del cáñamo era en aquellos años
comparable al negocio de la soja o el petróleo. Necesitabas de su fibra para
hacer mover los barcos. No logró llevar adelante su plan porque se enfrentó a
la resistencia interna y externa".
En contrapartida a lo que la
investigadora Marcela Ternavasio sostiene como "relatos canónicos que lo
califican de gran estadista, Belgrano, más que un estadista innovador, fue un
impulsor de una mejor inserción de la economía rioplatense e imperial en el
contexto de la economía atlántica. Y en este sentido, su rostro de funcionario
y aspirante a letrado reformista formaba parte de las trayectorias de muchos
criollos que buscaban posicionarse en espacios expectables dentro de la
monarquía y que albergaban el deseo de modernizar sus estructuras más
anquilosadas".
Para Valenzuela, lo que Belgrano
proponía como estadista era un cambio conceptual, "lo
opuesto al mercantilismo que suponía: comprar por cuatro para vender por ocho,
y para lograr ese cambio postulaba la centralidad del trabajo manual e
intelectual como eje de la vida comunitaria".
Educación, el gran cambio
social
En el Río de la Plata, como
funcionario y como periodista buscó difundir los conceptos básicos de la
economía política , que en ese entonces era una disciplina nueva y
despertaba grandes expectativas. "Con la intención de contribuir a la
mayor prosperidad del país -relata Jorge Myers- deseaba promover la enseñanza
de materias que faltaban en suelo argentino, como náutica, dibujo, etcétera. En
1810, en vísperas de la Revolución de Mayo, confiaba en el poder de la
educación para transformar de manera positiva a los habitantes del Río de la
Plata. Cabe recordar que en el marco del absolutismo de los virreyes, la única
transformación posible era por vía de la educación: 'difundir las Luces'".
El concepto de emancipación de los pobres a través de la
educación estaba, según Myers, generalizado entre los miembros de su
generación: "La educación debía preparar a los súbditos del Monarca para
ser trabajadores, y a través del trabajo se podría combatir el mal endémico de
España y su Imperio, la miseria profunda en que yacía gran parte de la sociedad.
Pero solo se lograría ese fin si también iba acompañada la reforma educativa
por otras medidas, como la progresiva adecuación de la legislación a las leyes
naturales que la ciencia de la economía política parecía haber
demostrado de modo incontrovertible. Moreno, y años más tarde, Rivadavia y su
grupo, repetirían estos conceptos y buscarían consagrarlos en la legislación
nacional o provincial".
Carina Cabo, doctora en Ciencias
de la Educación a cargo de la Secretaría de Cultura y Educación de Rosario,
considera que Belgrano fue el primero en plasmar en el plano educativo
las ideas de la Revolución Francesa . "En este sentido, se
adelantó a Sarmiento, ya que la primera Ley de educación (N°1420), que promovía
educación gratuita, laica, obligatoria y gradual, se promulgó el 8 octubre
1884. Belgrano insistía en que uno de los principales medios para mejorar las
condiciones de vida de los sectores más postergados era crear escuelas
gratuitas, política que debía incluir a las niñas también. Sostenía que los
jueces debían obligar a los padres a enviar a sus hijos a la escuela. A su vez,
amplió la visión acerca de los nuevos sujetos pedagógicos; creía que todos
debían acceder a la educación: los desposeídos, los indios, los huérfanos y los
pobres. En su Memoria consular de 1795, señalaba: 'He visto
con dolor, sin salir de esta capital, una infinidad de hombres ociosos en
quienes no se ve otra cosa que la miseria y desnudez (.). Esos miserables
ranchos, donde ve uno la multitud de criaturas que llegan a la edad de pubertad
sin haber ejercido otra cosa que la ociosidad, deben ser atendidos hasta el
último punto'".
Las narrativas históricas que le
atribuyen a Belgrano calificaciones que hablan el idioma contemporáneo suelen
ser, para Marcela Ternavasio, anacrónicas. "Postular que proponía una
educación igualitaria e inclusiva o derechos de igualdad entre varones y
mujeres para comienzos del siglo XIX implica desvirtuar los horizontes en los
que pensó y formuló sus ideas al respecto. Ideas que no venían a romper con las
jerarquías sociales o con las desigualdades de género vigentes y que se
inscribían dentro del molde de la sensibilidad ilustrada que propugnaba
expandir la educación para civilizar las costumbres y formar habitantes útiles para
el trabajo. Hoy diríamos que los conceptos de utilidad y felicidad eran
las palabras claves del lenguaje ilustrado, y en ellos el de educación estaba
muy ligado a la nueva economía política y a la definición de los roles que se
esperaban en los comportamientos de hombres y mujeres. El diagnóstico formulado
por los ilustrados era que el mayor problema a resolver residía en la pereza y
ociosidad, y por ello el secretario del Consulado insistía en sus Memorias allí
presentadas que las mujeres debían ser educadas como madres de familias útiles ,
entrenadas en el mejor desempeño en el hogar y, si era necesario, emplearse en
servicios lucrativos para aliviar la carga de los padres. Sería excesivo y
anacrónico exigirle a Belgrano un discurso democrático y feminista".
Defensor de la libertad de
prensa
" Entendió al
periodismo como un sistema de difusión de ideas -remarca Balmaceda-.
En materia económica, lo hizo en el Correo de Comercio , que
fue el medio por el cual dejó plasmadas sus propuestas. Mientras que, ya en
plena guerra de la independencia, no se privó de distribuir gacetas para que
aquellos que no tenían acceso a esta información pudieran enterarse de las
ideas que se gestaban en Buenos Aires. Incluso, en cierta oportunidad, les
escribió a los redactores de la Gaceta de Buenos Aires para
pedirles que enmendaran una publicación referida a su campaña que consideraba
incompleta".
Un claro defensor de la
libertad , así lo destaca Felipe Pigna al reproducir las palabras
publicadas por Belgrano el 10 de agosto de 1810 en el Correo de Comercio :
"Solo pueden oponerse a la libertad de la prensa los que gusten mandar
despóticamente, o los que sean tontos que no conociendo los males del gobierno,
no sufren los tormentos de los que los conocen, y no los pueden remediar por
falta de autoridad; o los muy tímidos que se asustan con el coco de la
libertad, porque es una cosa nueva, que hasta ahora no han visto en su fuerza,
y no están fijos y seguros en los principios que la deben hacer tan amable y
tan útil (...) Pero quitarnos las utilidades de la pluma y de la prensa, porque
de ellas se puede abusar, es una contradicción notoria y un abuso imperdonable
de la autoridad, y es querer mantener a la nación en la ignorancia, origen de
todos los males que sufrimos".
Romper con las etiquetas
"El episodio narrado por
Bartolomé Mitre en 1857 resulta clave para que, en la construcción de la
memoria, la posteridad de Belgrano quede vinculada con la creación de
la Bandera -reflexiona el doctor en Humanidades y Artes, Alejandro
Eujanian-. Imagen que se afirmó en 1873, cuando el presidente Domingo Faustino
Sarmiento inauguró la estatua ecuestre en la Plaza de Mayo. En ese mismo acto,
se privilegió la imagen de Belgrano como creador de la Bandera y se suprimieron
los otros aportes. Tanto es así que la fecha de su muerte, el 20 de junio, se
estableció por ley, en 1938, como el Día de la Bandera".
Pigna considera que se ha
construido una historia de especialistas en el calendario
escolar: "Queda muy cómoda esa distribución de roles y etiquetas. San
Martín cruzó los Andes; Belgrano creó la Bandera y Sarmiento fundó escuelas.
Unas efemérides pensadas en educandos de hace un siglo a los que había que
ocultarles algunas de las materias primas de la historia: el conflicto, las
diferencias sanas y lógicas de pensamiento. Se construyó un relato urgente
pensando que la historia era simplemente un acto escolar y una materia aburrida
en la secundaria a la que los ciudadanos no necesitaban ni querrían volver,
anulando algunas de las claves de la ciudadanía, la ejemplaridad bien
entendida; el conocimiento del pasado para mejorar el presente y planificar
mejor el futuro; la identidad y el lógico vínculo, tan indiscutible en las
sociedades más avanzadas, entre su pasado y su presente. Eso, por suerte, se
cae a pedazos, y las nuevas generaciones ya no lo admiten".
En ese sentido, Daniel Balmaceda
reconoce que "esas etiquetas terminan siendo injustas para cada una de
nuestras figuras del pasado. Belgrano tuvo una actuación relevante y
fundamental como economista. Su aporte no ha sido valorado en su justa medida.
Tampoco, su acción diplomática y política. Incluso, su labor como militar. Este
año, tenemos esa oportunidad de poner en la superficie todo ese cúmulo de
actividades que ha desarrollado".
Convencido de que como sociedad
tenemos una gran deuda pendiente con los padres fundadores de la patria, el
director del Instituto Nacional Belgraniano, chozno de quien le legó su nombre,
Manuel Belgrano, ansía en este año de conmemoración la unión de los argentinos
en pos de la construcción de una gran nación.