Por Osvaldo Aguirre
Revista Ñ
Buenos Aires, 18 de julio de 2017
https://www.clarin.com/revista-enie/ideas/temporada-archivos_0_SJYUDbhB-.html
Según la práctica tradicional, el historiador va al archivo en busca de
sus fuentes. Pasa tanto tiempo en la consulta que puede sentirse como en su
casa. La rutina, sin embargo, no es la misma con la digitalización de fondos
documentales. Al modificar la escena típica de la investigación y allanar el
acceso a múltiples repositorios, dice Lila Caimari, el desarrollo tecnológico
produce un conjunto de efectos que alcanzan al núcleo del trabajo. El nuevo
horizonte de posibilidades permite redescubrir antiguas experiencias y en
particular la tarea artesanal que identificó no sin equívocos al oficio, como
sostiene la historiadora Lila Caimari en La
vida en el archivo (Siglo XXI), su libro reciente.
La negligencia en las políticas de mantenimiento y acceso es una
situación que los investigadores padecen, y sobrellevan también con humor, como
una historiadora que cita Caimari, según la cual en el trasfondo de las
hemerotecas porteñas rige Hefaístos, el dios deforme de los griegos que premia
o bien castiga a quienes lo consultan según designios insondables. “No quería
un libro enojado, ni la voz de una historiadora quejosa porque el archivo no es
como ella quiere. Trato más bien de mostrar cómo funciona ese mundo y sus
problemas”, advierte Caimari.
–La vida en el archivo está escrito en un registro muy diferente a sus
otros libros. ¿La idea fue contar el detrás de escena de la investigación
histórica?
–Había un deseo de hablar y de ensayar maneras de escribir y de decir
una práctica y un oficio que es muy intenso y muy rico y que está lleno de
vicisitudes. Tengo la sensación de que ese oficio queda muy oculto detrás de la
prosa final de los textos de historia. Valía la pena sacarlo a la luz. No es un
libro que tenga grandes hipótesis ni que salga a discutir con ideas de historia
sino que trata de acompañar una práctica. Doy talleres de tesis desde hace
tiempo y son ámbitos muy creativos, donde hay mucho ensayo y error, caminos que
se toman y después se desechan, mucho laboratorio de la historia, y me parecía
interesante darle un lugar. También hablar sobre cómo es este trabajo, y
encontrar maneras de comunicarlo a gente que no está en él, es decir, alejarme
un poco y mirarlo con ojos extrañados, desnaturalizarlo. En ese proceso traté
de contarles a otros por qué es interesante, por qué es lo contrario de un
trabajo gris y rutinario donde solo cuenta la suerte de encontrar algo, cómo se
piense. No es un libro exclusivamente sobre los archivos: lo que hice fue
elegir la estación del archivo para mirar los procesos y microprocesos de la
investigación.
–Uno de los textos está escrito como un diario personal. ¿Lleva
registros de sus investigaciones?
–Llevo cuadernos de bitácora donde anoto ideas. Ese diario es un texto
muy construido, semificcional pero totalmente verosímil en el sentido de que se
apoya en interacciones y conversaciones que he tenido en muchos años de
trabajar en la hemeroteca de la Biblioteca Nacional. Traté de recrear el clima,
esa rutina con sus momentos de maravilla, sus momentos de frustración, sus
pequeñas conspiraciones y complicidades, reconstruir ese lazo un poco tácito
que nos une a los que estamos allí, cada uno muy ensimismado en lo que está
buscando, y contar qué tipo de hallazgos se pueden hacer, la cantidad de líneas
de investigación que se abren, la riqueza enorme de ese mundo de las
publicaciones periódicas.
–También hay memoria personal desde sus tiempos de estudiante, cuando
llevaba un cuaderno con anotaciones sobre periodismo policial. Parece una línea
persistente en su trabajo.
–Siempre me interesó el periodismo policial. Todos los que hacemos
investigaciones tenemos cuadernitos donde hay centenares de caminos no tomados,
pequeños elementos que nos producen curiosidad o intriga y uno tiene que
desechar porque busca otra cosa. El archivo de publicaciones periódicas es el
lugar de todas las tentaciones, y a veces –ese es otro punto que me interesaba–
el desvío es lo mejor que puede ocurrir. Encontrar lo que uno no busca, ver
desmentidas las intuiciones o en versiones que no son las esperadas, es una
manera de ser sensible a lo que el archivo nos dice. Me interesaba mostrar
instancias en las que la red de pescar es lo más amplia posible, y permite
rescatar cosas distintas, imprevistas. Uno tarda en encontrar el lugar donde se
quiere parar en relación a los temas y por eso quería mostrar experiencias de
archivo porosas, y diversas, como esos cuadernitos escritos al costado de las
investigaciones.
–¿Cuáles son los riesgos de caer en las tentaciones del archivo?
–Los historiadores vamos al archivo soñando con encontrar el fondo de
Alí Babá que nos va a dar todos los materiales más ricos y frondosos con los
que después trabajar. Pero a veces es tan intenso que toma por asalto la
investigación. Y lo que nosotros hacemos no es reproducir archivos, ni
curaduría de documentos. Lo que hacemos es usar los documentos más elocuentes o
más expresivos dentro de lo que encontramos para decir lo que queremos decir.
En parte es un ejercicio de ventriloquismo porque usamos voces de otros para decir
las ideas que tenemos sobre un período o un problema en particular. A veces
esas voces cambian o corrigen nuestra idea inicial, hay un equilibrio entre ser
sensibles a lo que nos dice el archivo y mantener las riendas de la voz y el
camino propio. Algunos tipos de archivo, sobre todo los más narrativos, son tan
ricos cualitativamente que fascinan y nos dejan un poco afuera en la medida en
que es difícil intervenir. Tenemos que hacer un trabajo de ensamblaje, en el
cual la cadena del razonamiento y del argumento se entrelaza con esos ejemplos
del pasado. Si eso no está bien controlado transformamos al texto en una
sucesión de citas. La cuestión es seleccionar bien, y a veces es muy difícil
porque uno está muy apegado a lo que recogió y nos parece que todo es
indispensable. En general nos quedamos con pocas piezas, las que insertamos en
un argumento mayor. Pero ese archivo descartado no está ausente: acompaña, late
bajo el texto, porque nos ha convencido de muchas cosas.
–¿Qué cambios produce la disponibilidad actual de los documentos en el
trabajo cotidiano del historiador?
–Los historiadores de mi generación, como los de tantas generaciones
previas, fuimos formados sobre la idea de la economía de escasez documental y
estamos presenciando una transición vertiginosa hacia una economía de
superabundancia. De ninguna manera la digitalización viene a remediar los
enormes problemas de los archivos que tenemos, pero permite sortear muchas
barreras para llegar a materiales que antes eran de acceso muy difícil. Eso cambia
radicalmente nuestra concepción de lo que hacemos y efectivamente ha devaluado
un valor antes muy importante, que eran lo que llamo las astucias del acceso. Y
esa es una muy buena noticia. El acceso más democrático, más sencillo,
desdibuja la figura del investigador héroe, o del investigador detective, y
pone más valor en las maneras en que tratamos esos materiales, qué hacemos con
ellos. El diseño, la manera en que articulamos las piezas y aprendemos a
desplazar archivos de una sede a otra, es un valor cada vez más importante.
Este momento también trae sus peligros, porque entramos en un territorio en el
cual se pueden hacer todo tipo de movimientos y tenemos menos conciencia de las
especificidades de los archivos. Todo está en nuestra pantalla, todo es
igualmente accesible y entonces hay un riesgo nuevo, la despreocupación por los
contextos de origen.
–¿Cuáles son las nuevas preguntas del oficio?
–La pregunta sobre qué destreza requiere hacer el trabajo del
historiador está siempre, y la respuesta se está modificando. Es un momento
incierto pero también muy excitante porque abre la puerta a una cantidad de
operaciones muy creativas. La pregunta sería qué hacemos con las viejas
destrezas del oficio. ¿Importa seguir yendo al archivo o es una cuestión de nostálgicos
conservadores? Hay un discurso sobre la relación sensual con los materiales,
sobre la importancia de leer en papel, de tocar, sobre el valor de la conexión
con el pasado a través de la relación táctil con el objeto. En algunos casos es
así, y es importante mantener algún tipo de contacto con el archivo físico. No
me parece que el acceso ingenuo y acrítico a este nuevo mundo feliz de los
archivos digitales sea tampoco la manera. En todo caso, nos debemos una
reflexión y un aprendizaje de cómo relacionarnos con estas posibilidades,
preguntarnos qué es hoy un archivo aceptable para una investigación. Depende de
los temas. A veces no es necesario un festival de fuentes cruzadas sino
lecturas más densas de corpus acotados, la destreza del trabajo intenso sobre
pocas fuentes. Finalmente lo que importa son las preguntas que le hacemos al
archivo, y lo que armamos con lo que nos dice.
–El archivo puede revelar datos a deshora o en el momento oportuno.
¿Tiene su propio tiempo?
–Es un tiempo sincopado. Uno puede adquirir ciertos instintos, saber por
dónde buscar, y hay gente que los tiene y además es apasionada de la
investigación de archivo. Yo no lo soy ni más ni menos que otros, lo que me
interesa es escribir sobre el asunto, hablar de esa práctica. A veces surge la
pieza que hace cambiar de dirección pero al cabo de un tiempo uno ya conoce ese
universo paralelo como para saber que difícilmente encuentre piezas que pongan
todo en cuestión. Ahí el rendimiento decreciente del archivo empieza a hacerse
evidente, uno va para encontrar mejores ejemplos de lo que ya sabe, partículas
que confirman y vuelven a confirmar la idea que se tiene. Ahí algunos decidimos
que ya está y otros siguen yendo y yendo, hay algo adictivo en algunos casos.
No me atrae el culto ni el fetiche. Tengo una relación intensa pero vital con
el archivo. No me interesa un acomodamiento pasivo sino las operaciones que ese
mundo ofrece y todo lo que uno puede hacer con él.
La obligación histórica de hablar siempre del pasado
La publicación de Apenas un delincuente, el libro de Lila Caimari sobre
la historia del castigo en la Argentina, fue un poderoso impulso para el
desarrollo de un nuevo campo de estudios, el de la cuestión criminal. Un
espacio de producción sostenida al que pronto se agregará Historia de la
cuestión criminal en América Latina, compilación de Caimari y Máximo Sozzo que
reúne artículos de investigadores de Argentina, Brasil, Chile y México. “A
partir de la pregunta por el delito uno puede armar reconstrucciones sobre
muchísimas dimensiones del pasado. Este campo puede hablar de cuestiones de
género, de clase, de raza, de formación del Estado, de élites técnicas
estatales, depende cómo uno entre y cómo mire puede ir en direcciones muy
distintas. Es una de las razones por las cuales no se ha quedado en un nicho
específico”, dice la historiadora.
–¿Cómo se articulan esos estudios con la demanda social de explicaciones
sobre el delito y sus causas?
–No hay un diálogo suficientemente fluido. El campo todavía no ha
producido obras de síntesis capaces de hablar con los que no son especialistas.
Nos debemos trabajos dirigidos a la opinión pública, que nos permitan dialogar
con los que trabajan sobre el presente y sobre el pasado reciente, con los
sociólogos y los antropólogos. El pasado es muy largo, pero vamos avanzando.
Este es uno de los pocos campos de la historia a los que se les exige que hable
sobre el presente. Nosotros producimos saber sobre el pasado y a la vez en
perspectiva histórica sobre cuestiones que importan en el presente. En ese
sentido es un campo distinto a otros de la historia: a la gente que trabaja
historia política del siglo XIX nadie le pide que lo relacione con lo que pasó
la semana pasada. A nosotros nos piden eso todo el tiempo y son saltos
difíciles de hacer. Hay otro problema: se nos pide que proveamos los
antecedentes de lo que pasa hoy, ir hacia atrás y mostrar una línea recta que
conduce hasta el presente. Y la historia no hace eso. La idea de causalidad de
los historiadores es compleja y en ese sentido nuestras respuestas son
frustrantes, y no hay mucho tiempo para considerarlas. Esa obra de síntesis va
a ser producto de una maduración.
Pueden hacer aquí sus comentarios