Eduardo Levy Yeyati, profesor de la Escuela de Gobierno de la Universidad Torcuato Di Tella y director académico del Cepe, entrevistó al historiador Roy Hora para el ciclo de entrevistas "Pensar Distinto". Roy Hora habló sobre la visión que la sociedad tiene sobre el campo y los desafíos del sector agroindustrial en la actualidad.
LY- ¿Podría etiquetarte como un
historiador económico?
RH- No, no me considero un
historiador económico. La etiqueta que mejor me cabe, o por lo menos la que más
me gusta, es la de un historiador social. ¿Por qué? Bueno, yo no tengo
formación en economía y me gusta tener una visión global de los problemas. Eso
significa tener cierta sensibilidad a la dimensión económica de una sociedad
determinada, una sociedad en un momento determinado, pero también atención a
otras dimensiones y en particular sociedad y política. Yo creo que esas cosas
son importantes incluso para entender la economía.
LY- Es cierto que las diferenciaciones,
esas etiquetas, son un poco arbitrarias. Pero por lo menos para mí, sos
referente de lo que es la historia del campo como unidad social, como grupo de
interés y económicamente. Tenés un libro, de hecho, sobre cómo pensar el campo.
¿Qué fue el campo en los 1800, en los 1900 y qué es ahora? ¿Cómo ha
evolucionado la realidad? No la percepción, sino la realidad.
RH- Bueno, la percepción es muy
importante, en parte por la centralidad que tuvo el campo en la vida
socioeconómica argentina. Hablamos mucho de eso porque fue muy potente, pero
también porque la Argentina es una sociedad muy urbana. Entonces esto crea un
entorno peculiar para forjar visiones que están un poco descentradas. Este fue
un país que nació a la vida independiente, mirando a Bolivia, al Alto Perú.
Dependía de la minería. Después de 1810 eso se cortó y se volcó sobre el
Atlántico y tenía ahí una pradera buenísima, fertilísima y esa fue la
locomotora que le permitió crecer, incluso en el marco de un escenario
políticamente muy complicado, como el de casi todo el siglo XIX. Una vez que
alcanzó cierta estabilidad y que además el mundo se armó como para favorecer a
los países productores y exportadores de alimentos, se convirtió en una de las
grandes potencias de la de la primera globalización.
LY- Estamos hablando de un
momento en donde la base manufacturera prácticamente no existía.
RH- Sí, claro. Cuando uno mira
ese mundo, ese fue verdaderamente el siglo XIX, el momento en el que el campo
tiene una centralidad enorme. Todo depende de eso. Sin embargo, por supuesto,
en la medida en que precisamente por la muy alta productividad del sector
agropecuario, una parte el crecimiento poblacional que es muy importante, el
crecimiento económico da como resultado expansión productiva, expansión de las
exportaciones y al mismo tiempo crecimiento urbano. Esas dos cosas en la
Argentina vinieron juntas y yo creo que eso es muy importante para entender la
Argentina y para tener lugar del campo en la vida argentina. Es decir, poca
gente viviendo en el campo. La Argentina, uno de los países más urbanizados del
mundo ya en el siglo XIX, para 1920, el más urbanizado de América, mucho más
urbanizado que Estados Unidos, un país más urbanizado que los principales
países europeos, salvo Gran Bretaña, Inglaterra en particular, y Holanda.
LY- ¿Pero vos dirías que eso
tiene que ver, que eso es reflejo de un montón de gente viviendo de un campo
extraordinariamente productivo? ¿O tiene también que ver un tema que atraviesa
el tema del campo, que es el de la distribución de la propiedad?
RH- No, le doy más énfasis a la
alta productividad del sector agropecuario. Porque si no hubiese estado esa
alta productividad, seguramente más gente tendría que haber vivido en el campo,
independientemente del tipo de relaciones productivas o del tipo de de
organización de la propiedad.
LY- Pero ese es un cuchillo de
doble filo. Por un lado, esa productividad te permite despegar, más gente puede
vivir de la renta extraordinaria del campo; y por el otro, genera una
percepción del campo como espaldas de la sociedad. Hay algo de eso
históricamente.
RH- Y bueno, eso fue así y de
alguna en un momento fue visto, fue concebido como uno de los aspectos más
positivos. No porque agreguemos un campo muy potente, campo exportador, campo
que es la locomotora de crecimiento de una economía que más rápido crece en el
mundo, que se acerca a los niveles de vida, los estándares de los países más
desarrollados, urbanización y en parte como parte del fenómeno de crecimiento
urbano que no solamente Buenos Aires, también de Rosario y Córdoba. Sucede
también como parte de esa expansión del mercado interno y creación de una
industria muy importante.
Cuando se va Alvear en 1928,
Argentina era el país más industrializado de América Latina. La tasa de
industrialización era mucho más alta que Brasil, más que México y mucho más que
ahora. Es una sociedad que ha construido un sector agroexportador muy potente,
pero eso ha armado, ha construido una estructura social e incluso la estructura
productiva mucho más compleja de lo que nuestras reconstrucciones habituales
señalan.
LY- ¿Cómo compararías la
incidencia de la distribución más latifundista? Aunque no es exactamente así,
pero más concentrada de la tierra que hubo históricamente en Argentina con lo
que sucedió en otros países, con una distribución un poco más equitativa. ¿Cómo
lo compararías tanto desde el punto de vista social y de distribución como
desde el punto de vista productivo? Porque intuyo de lo que me decís que la
escala jugó un rol en la productividad del campo. Entonces, si hubiéramos hecho
la reforma por ahí teníamos más gente en el campo.
RH- Agregaría esto en el proyecto
de los “Padres fundadores”, cualquiera sea el nombre que uno elija. La idea de
que había un problema en el campo vinculado a la concentración del nuevo suelo
estaba muy presente. Es decir, Sarmiento, Mitre, incluso Roca, Yrigoyen,
Alvear... Todos pensaban que la división del suelo, que la creación de una de
una pampa de farmers, algo más parecido a lo que había sucedido en Estados
Unidos, era positivo y muchos pensaban además que eso estaba sucediendo. No es
que la Argentina había tomado un ramal que no llevaba a la construcción de un
campo más moderno y socialmente más integrado. Por supuesto, acá incidieron en
distinto momento demandas políticas, urgencias políticas. Es decir, la idea
hasta 1910, la mayor parte de los que opinan, salvo los socialistas, que tiene
otra visión de problema, pero la mayor parte de los que opinan dicen la
sociedad se está modernizando gracias al impulso del campo. El campo mismo se
está modernizando, de hecho, en uno de los más modernos del mundo en ese
momento. Y la propiedad se está dividiendo.
LY- Desde la absoluta ignorancia
me resuena lo que estás diciendo. Esta tensión entre el campo innovador y
generador de riqueza, por un lado, y el campo reaccionario ideológico
políticamente por el otro, me resuena en situaciones mucho más modernas. O sea,
hay una tensión ahí. Uno sabe que el campo ha incorporado tecnología y que está
en la frontera y cualquier economista lo puede ver simplemente en la
productividad. Pero por el otro lado está la idea del campo como un factor reactivo
al progreso social. ¿Eso es muy maniqueo? ¿Cómo es la realidad? Cómo ha ido
evolucionando en los últimos 50 años?
RH- Yo diría que ahí hay un punto
muy importante y es que Sarmiento creía que la sociedad iba a ser una sociedad
de en la que la mayor parte de la población iba a vivir en el campo. Es su idea
de sociedad. Era una sociedad donde vos mirás en el horizonte un montón de
pequeñas, medianas propiedades. Lo que resultó fue otra cosa. Es un campo muy
productivo, con grandes empresas o empresas muy grandes comparadas con las que
uno encuentra en otros países y una sociedad urbana muy potente, muy vibrante.
¿Y eso qué significa? Que eso cambia la ecuación política argentina y el lugar
del campo en la sociedad argentina. Entonces esto se empezó a ver ya para el
centenario en Buenos Aires, la ciudad enorme para los años 20. Está claro que
si hay un futuro para el campo, bueno, hay gente que dice hay que reformarlo,
hay que hacer la reforma agraria, pero nadie la quiere pagar ya para entonces.
¿Por qué no la quieren pagar? Bueno, porque sobre todo con la democracia, la
ciudadanía argentina se ha convertido sobre todo en una ciudadanía urbana. Y el
campo, bueno, puede ser que alguna gente lo vea mal, pero no te toca
directamente. Más bien es la fuente de los recursos con los cuales esa
ciudadanía eleva su nivel de vida.
LY- Prefieren intervenir con
impuestos.
RH- Por supuesto, por supuesto.
Va a haber una retórica anti gran propiedad que va a estar ahí siempre
trabajando en la vida pública argentina. Yo creo que el momento en el que eso
adquiere más relieve verdaderamente es en la década del 30, como consecuencia
de la Gran Depresión, porque ahí a todos les fue muy mal.
LY- La renta era más chica para
repartir.
RH- Eso significa que también los
señores, que tienen sus grandes casas allí en la avenida Alvear, la pasaron
mal.
LY- Bueno, querían vender sus
casas.
RH- Claramente no fueron los que
más sufrieron. Más abajo hubo más sufrimiento y hubo también migración del
campo a la ciudad. Y también ahí yo creo que terminó de conformarse un como
núcleo ideológico muy importante que todavía hoy está con nosotros. Y es esa
idea de que los grandes terratenientes son el problema de la Argentina. Eso
nació en un contexto donde la gente la pasó mal.
No es casual que Perón cuando
llegó, cuando entró desde afuera a la vida pública en el 44, 45, en la campaña
febrero del 46, dijera. “Bueno, ¿cuál es el emblema más evidente de la
oligarquía argentina? Es ese la Sociedad Rural, los grandes oligarcas, los que
se pasan tirando manteca al techo”. Si Perón lo planteó de esa manera es porque
él sabía que esa representación de problema argentino tenía mucha productividad
política. Bueno, yo creo que ese ese discurso no terminó de morir, pese a lo
que vos decías hace un rato respecto a que, sobre todo en las últimas dos o
tres décadas, claramente el campo, el sector agropecuario pampeano sobre todo,
se mostró como uno de los más modernos, los más pujantes, más capaces de
incorporar tecnología, incluso no podría decir más nacional en términos de la
composición de su empresariado.
LY- ¿En qué medida pensás que eso
ha venido cambiando en los últimos años a raíz del conflicto y un poco también
de la modernización de ciertas voces que tiene el campo? O sea, la gente lo ve
distinto.
RH- Sí, creo que ha cambiado.
Pongo dos hitos que a mí me ayudan a pensarlo. En 1985, con el tractorazo en el
gobierno de Alfonsín, los productores que se quejan porque los precios son muy
bajos. ¿Cómo les fue? ¿Qué recepción les dio la sociedad urbana a frente a su
reclamo? Son la dictadura, son el pasado, son un país que no queremos. Ese es
el clima con el cual son recibidos. Y lo que hace Alfonsín es decir “no pueden
entrar a la ciudad”. No es la era del piquete que hacen lo que quieren.
Llegaron a la General Paz y se tuvieron que volver. Yo creo que eso refleja
todavía la una visión en la cual el campo tiene que desempeñar un papel
subsidiario y todavía, bueno, la discusión económica en los 80 tiene otras
prioridades, no hace falta decirlo, pero sí hay un horizonte hacia el que hay
que apuntar. Sigue siendo una industria que tenemos que modernizar. Tenemos que
este volver más eficiente, pero sigue siendo la industria.
En 2008 ya el escenario
claramente es muy distinto. Yo pienso que la modernización del campo en la
década 90, el desembarco de la soja, de las nuevas tecnologías en los 90 no se
terminó de armar o no terminó de construir una visión alternativa. No, pero sí;
yo creo que hay un dato, un hecho, un momento muy importante que es el post
2002, 2003, cuando los voceros del campo decían “nos pusimos el país al hombro
y fuimos centrales en la reconstrucción, en el camino que arrancó a la
Argentina de la crisis muy profunda en la que había caído. Y merecemos un
crédito por esto. Y lo hemos logrado sobre todo”.
¿De qué manera, eh? Gracias a que
el campo hoy es sobre todo un sector mucho más moderno, mucho más pujante, que
produce más. Pero además ya la gran propiedad no existe. Ahora es una red de
distintas empresas que funcionan de manera integrada, es decir, es otro campo.
Es el campo de las cuatro por cuatro. Cristina por ahí tenía razón, pero ya no
es el campo del latifundio. Es decir, cuando uno reconstruye cómo se
conceptualizaba el conflicto del campo, la palabra latifundio, ya que fue muy
central en la otra época, ya no está tan presente. Y después ahí está muy en
primer plano el conflicto político de por medio, pero los que fueron a Rosario,
al acto de la de la de la Mesa de Enlace... Bueno, algunos lo hacían porque el
gobierno no le simpatizaba, pero yo creo que ahí en su cabeza ya había una
imagen alternativa sobre lo que el campo era y lo que el campo podía ofrecer.
LY- Y vos ves que eso se está
permeando en el resto de la sociedad.
RH- Yo creo que cambió en la
última década. No fue muy buena, por supuesto, ni siquiera para el campo. Es
decir, la promesa, el potencial que estaba ahí, no terminó de realizarse. Y
hoy, bueno, estamos contando los dos el fondo de la olla. Entonces, la idea de
que los productores agropecuarios son la solución al problema me parece que no
termina de cerrar. En un país como el nuestro, en el que cuando a mucha gente
le va mal está la tentación de buscar culpables arriba es muy grande. ¿El
empresario argentino en su conjunto tiene mala prensa? Según las encuestas de
opinión, no. Independientemente de donde esté. Pero digamos que visto en una
perspectiva de largo plazo y en relación con el universo de ideas que Perón
había contribuido a construir, pero que reflejaba visiones populares muy
extendidas, yo creo que hoy estamos claramente en otro lugar.
La entrevista puede verse en: